lunes, 26 de junio de 2006

Trailer de 'La casa del lago', 'The lake house'

Trailer de 'La casa del lago', 'The lake house'

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Ya está disponible el trailer de ˜La casa del lago(‘The Lake House’), un drama romántico protagonizado por Keanu Reeves, Sandra Bullock que, de momento, que ya se estreno este mes.

Como ya nos dijo Red durante su rodaje, ‘La casa del lago’es un remake de una película oriental, titulada 'Siworae', film del 2000 y que, en su distribución internacional se tituló 'Il Mare'. La película cuenta cómo una médica solitaria y un frustrado arquitecto que se enamoran platónicamente gracias a las cartas que se escriben a través de un correo que misteriosamente une el tiempo pasado con el presente. Sandra estará en noviembre de 2006 y Keanu en marzo de 2004. Una premisa curiosa, un poco como la de ‘Frequency’


Ficha de 'La casa en el lago':
Título original: The Lake House

Año: 2006
País: USA
Duración:
Estreno en USA: 16-06-2006
Director: Alejandro Agresti
Reparto: Keanu Reeves, Sandra Bullock, Dylan Walsh, Shohreh Aghdashloo, Ebon-Moss Bachrach, Willeke van Ammelrooy, Christopher Plummer
Guión: David Auburn
Productora: Warner Bros.
PicturesGénero: Drama

Sinopsis larga:
Con la sensación de que es el momento para efectuar un cambio en su vida, la Dr. Kate Forester (Sandra Bullock) abandona su trabajo en las afueras de Illinois para trabajar en un ajetreado hospital de Chicago. Algo que le da reparo dejar atrás, sin embargo, es la bellísima y original casa que ha estado alquilando – un refugio amplio y de alto diseño con enormes ventanales que dan a un tranquilo lago. Es un sitio que la hace sentirse totalmente libre.
Es una mañana del invierno de 2006.
De camino a la ciudad, Kate deja una nota en el buzón dirigida al próximo inquilino de la casa del lago, pidiéndole que le envié el correo que la llegue y avisándole que las inexplicable huellas de pata pintadas que puede ver al lado de la puerta de entrada ya estaban allí cuando ella se mudó a la casa.
Pero cuando el siguiente inquilino llega, ve algo muy diferente. Alex Wyler, (Keanu Reeves), un talentoso pero frustrado arquitecto que trabaja en una sede de construcción cercana, encuentra la casa del lago muy abandonada: polvorienta, sucia, y el jardín invadido de maleza. Tampoco hay ninguna señal de huellas de patas por ningún lado.
La casa tiene un significado especial para Alex. En los tiempos felices la edificó su padre, (Christopher Plummer), ya alejado de la familia. Fue un arquitecto de renombre que permitió que su vida profesional prosperara a pesar del precio que se cobró sobre su vida familiar. Alex se siente tranquilo ahora aquí y se compromete a devolver a la propiedad su belleza original. No hace caso a la nota de Kate hasta días después, mientras pinta la muelle, deteriorado por el tiempo, para dejarlo nueva, ve a un perro suelto correr sobre la superficie recién pintada y luego hacia la entrada de la casa, dejando sus huellas exactamente donde ella dijo que estarían.
Aturdido, Alex la escribe, contándola que no hubo ningún inquilino antes de él y preguntándose como ella podía saber lo del perro; a todo esto, Kate que acaba de dejar la casa hace tan solo una semana piensa que él la está gastando algún tipo de broma y rápidamente le contesta.
Solo por hablar, ¿qué día es allí?14 de abril de 2004.No, dice ella. Es el 14 de abril de 2006.El mismo día, con dos años de diferencia.¿Es posible que esto ocurra?
A medida que Kate y Alex siguen con su correspondencia a través del buzón de la casa del lago confirman que están, increíblemente, imposiblemente, viviendo a dos años de distancia, y cada uno en un momento de su vida en el que está luchando contra sus decepciones pasadas e intentando recomenzar de nuevo. Al compartir este anexo tan singular, se van revelando el uno al otro según pasan las semanas – sus secretos, sus dudas y sus sueños, hasta que descubren que se han enamorado.
Determinados a salvar la distancia entre ellos por fin y desentramar el misterio detrás de su extraordinaria unión, tientan al destino con un plan para encontrarse. Pero en sus intentos de unir sus separados mundos podrían correr el riesgo de perderse el uno al otro para siempre.

El evangelio según Superman

El evangelio según Superman

¿Hay algo peor a que alguien que ya vio la película que tú quieres ver venga y te lo saque en cara y, no contento con eso, encima te la cuente? Sí: que esa película no haya sido siquiera estrenada todavía y que el sujeto en cuestión se las haya arreglado, seguramente, para colarse en una función especial para periodistas con tal de volver a ver -gratis- al colega Clark. Pero no se preocupen. Lean tranquilos. No les pienso revelar que el hijito de Luisa Lane, en realidad, es hijo suyo.

Pongámonos, para comenzar, de acuerdo en que:

1) se llama Súperman y no Supermán. Por favor.
2) Es el periodista más poderoso del mundo. Lamentamos decepcionar a Hildebrandt Superratón.
3) Su mayor superpoder consiste en que, para evitar ser reconocido, le basta ponerse unos anteojos que ni

siquiera son de sol.
4) Nadie puede negar que siempre fue algo así como el wantán sin tamarindo o el arroz con pollo sin huancaína

de los superhéroes. Siempre preferimos a Batman por terrícola y porque se hizo a punche y también por
atormentado, ambiguo, cínico y vengativo, pero hay que reconocer que esta vez el chico de las botitas rojas se
reivindica: la resurrección le sienta bien.
5) Si alguien te entrega 363 millones de dólares para hacer una película que debe recaudar como mínimo 600, no

te queda otra que filmar una sobre Jesucristo o Superman. O las dos cosas al mismo tiempo, como veremos a
continuación.

Que Marlon Brando es Dios constituye un dogma incontrovertible. Como todos recuerdan, el malogrado actor hizo más de una vez de papá de Superman: (Jor-El) y esta vez, desde ultratumba, parece actuar (como Gardel), cada vez mejor, aunque no se vea de él sino, apenas, un reflejo (justamente, como Dios). Su inconfundible y sobrecogedora voz en medio del silencio supremo de la vía láctea no nos deja duda sobre de quién se trata: el padre bueno y misericordioso que nos envía a su único hijo para salvarnos: el redentor que, habiendo muerto ya una vez en la Tierra, regresa directamente de Kryptón, es decir: del cielo, flotando en el éter con los ojos cerrados, en éxtasis místico y los brazos extendidos en cruz como quien trata de abarcar el universo, escuchando nítidamente los gritos de auxilio y las plegarias que, desde todos los confines del planeta, como en una radio enloquecida, llegan en todos los idiomas hasta sus oídos que lo escuchan absolutamente todo: Ven, ven, ven, señor, no tardes, eres nuestra salvación.
En «Superman vuelve», las referencias bíblicas son astutamente insistentes y aparecen por todas partes: cuando, por ejemplo, la nave que lo trae de regreso desde su lejana galaxia natal (¿otra vez?) se precipita con gran estruendo en medio de los maizales de la que fuera su casa rural, la anciana mamá adoptiva, doña Martha Kent corre a rescatar a su engreído de las llamas y lo estrecha entre sus brazos, dejándolo reposar lánguidamente en su regazo, componiendo una perfecta y nada casual Pietá. Y todas las pateaduras y humillaciones que debe sufrir el todopoderoso cuando, a manos de los truhanes, es insultado, escupido y arrastrado por el fango, serían quizás un poquito menos evangélicas sino culminaran con una letal puñalada artera que le deja, por supuesto, una emblemática herida en el costado.
Luisa Lane, por su parte, no es la Virgen María, de modo tal que resulta imposible no maliciar siquiera un poquito cuando la vemos aparecer trayendo de la mano a un sobreprotegido niñito de cinco años, todo enclenque y asmático, perennemente aferrado a su inhalador de Ventolín. Ahora ella está convenientemente casada con el sobrino del director del diario, claro, pero... ¿Cuántos años dice que han pasado desde que Superman y ella no se veían? Cinco, pues, qué coincidencia. Hum. Esa debe ser la escena del superpolvo que nos arrebató la censura. Pero firma tus goles, jugador. Está clarísimo que, aunque parezca pirateada de un libreto de Delia Fiallo, la brillante idea de incluir a esta especie de paladín de la justicia en versión Zaraí deja a los guionistas cantidades industriales de tela por cortar. Saquen su cuenta: vida, pasión, muerte y resurrección de superniño. El nuevo testamento tiene para rato.
«Miren a su alrededor, ¿acaso no estábamos todos clamando por él?» -ha preguntado Bryan Singer, el director del film quien, como Clark Kent, es hijo único y adoptivo pero, a diferencia de él, ha admitido ser del club, lo cual sería irrelevante si no se trasluciera tanto en la delatora elección del hasta hoy desconocido Brandon Routh para el protagónico, por encima de estrellas tales como Ashton Kutcher, Josh Harnett o el ya cuarentón Nicolas Cage. Ya se sabe que el spandex de la mallita rojiazul no perdona nada pero el condenado Brandon -con esa cara de Niño Ricardito del Presbítero Maestro- está tan convencido de que no tiene nada fuera de lugar que hasta se da el lujo de hacer, con pana, un hospitalario topless como para que no quede duda de que, salvo los lentes de contacto azules, todo lo demás es de verdad. Parece que su asombroso parecido con Christopher Reeve le había servido siempre para obtener empleos: el otro día, en un programa mañanero, un entrevistador suspicaz le enrostró una foto de hace cinco años en la que, extrañamente, ya aparecía enfundado en el disfraz. «¿Por qué te vestías de Superman desde entonces?» -le preguntaron. Routh se rió a carcajadas antes de revelar, de lo más relajado, que le pagaban 15 dólares la hora por usarlo en la vía pública y volantear cupones de una oferta de hamburguesas.
Tiene razón el otrora artífice de X-Men: es cierto que, si no la humanidad, por lo menos los occidentales andábamos necesitando héroes a los gritos. Y aunque él dice que intentó, a toda costa, evitarlo: las referencias al 11 de setiembre también abundan y, en ocasiones, hasta hacen enmudecer la sala: explosiones pavorosas que se apagan de un solo soplido, infortunados cristianos que caen como moscas desde lo alto de colapsados rascacielos para ser providencialmente detenidos a escasos centímetros del asfalto, una Metrópolis -harto parecida a Nueva York- que se derrumba con estrépito o villanos de rasgos notoriamente árabes como Stanford, la mano derecha de ese exquisito Lex Luthor que compone un rapado y malísimo Kevin Spacey. Pero si hay una escena cien por ciento Torres Gemelas es aquella del avión de pasajeros en caída libre: de lejos, la más espectacular secuencia de desastre aéreo jamás filmada. Como no podía ser de otra manera, la tragedia es evitada con puntualidad por el mismo muchachón que disimula tan bien bajo la camisa una capa del tamaño de un toldo playero de Bancarto. ¿Dónde consigue depositar delicadamente la nave siniestrada? Sobre el césped de un atestado estadio de béisbol cuyas tribunas, emocionadas hasta el llanto, se ponen de pie y aplauden igualito que los viajeros del aeropuerto a los soldados que regresan de la guerra en el galardonado spot de cerveza Budweiser. Casi toda la gente del cine donde la vi también aplaudió a rabiar. Patriotero o monse o todo lo que ustedes quieran, pero, eso sí, no hay público como el gringo.
Y a qué no adivinan quién viajaba en el avión salvado. No faltaba más: Luisa Lane quien, chancona y camisetera como ella sola, regresa de inmediato a la redacción del Daily Planet muy peinadita y justo a tiempo para la reunión con los editores en la que propone escribir un artículo... sobre apagones, idea ésta que el director aprueba de excelente gana. ¡Un momentito! La reportera estrella, ganadora del Pulitzer, que acaba de salvar de una muerte segura tras varios miles de metros de caída libre en una nave a punto de explotar....¿no nos va a ofrecer su excepcional testimonio de milagrosa sobreviviente? No, ha preferido, justo hoy, tratar el palpitante tema de los apagones para la sección metropolitana. Por favor, pues. En las casi tres horas que dura tan épica montaña rusa visual pude creérmela absolutamente toda. Hasta que un hombre vuele a la vertiginosa velocidad de la luz tan solo impulsado por su genuino amor al prójimo. Pero esa, la de los apagones, esa sí que no me la creo. Como dice mi papá: eso está bueno para película.

viernes, 23 de junio de 2006

El cerro El Pino Fashion

El cerro El Pino Fashion

Lima fue siempre una ciudad de tránsito. Sus habitantes bailan con Abencia Meza,
escalan cerros de miseria y luchan. Mientras otros, miran de lejos.

«Es un triunfo de la vida que la memoria de los viejos se pierda para las cosas que no son esenciales.»[Gabo. Memoria de mis putas tristes, Norma editores, 2004"

Tendencia 1. Los de arriba.

Desde que Poncho Negro dirigió la invasión a los cerros de Lima, pasando por los milagros chicheros de Chacalón [la sinfonía achorada que se deslizó del cerro] y hasta la marea turbia que se desparramó desde las cumbres de El Pino para asolar el Mercado Mayorista de Frutas, Lima vive con una enorme cuenta pendiente. En la reflexión del mejor neopapanatismo del ministro del Interior Javier Reátegui, más que un brote hay un rebrote de violencia que tiene su origen en un cártel mexicano, porque ha quedado demostrado que los miserables alborotados hablaban con un extraño dejo al Chavo del 8, más una brizna de Tin Tan y una pizca de Cantinflas.
Qué cojudo hubiera dicho mi tío Faustino, que vivía en lo que hoy llaman Tacora. Esos del cerro El Pino y los otros de Ilave y aquellos más de San Gabán, somos los mismos peruanos que vivimos en la más cruel de las extremas pobrezas, que habitamos en las cumbres de la miseria, que asistimos al colapso del Estado y su carencia de conectores para que se escuchen los alaridos del hambre, y a la más anémica de las formas de gobernabilidad donde la autoridad no oye, no previene, y en el caso de Reátegui, aplican un axioma: «24 efectivos PNP heridos por dos insurrectos muertos. Otros tres efectivos graves [un cojito, un manquito, un tuertito] contra tres cocaleros fiambres con balas de FAL a la altura del pecho». En otras palabras, un honroso empate.
No señor ministro, administrador del orden, lobbista del mal gobierno. Esto está que quema. Las turbas de la indigencia, las manchas del infortunio y la caterva enardecida tienen una matriz más allá de la violencia y de la manipulación de un grupo corrupto que quiere tumbarse al presidente Toledo. Aquí hay una factura que hay que pagar, que viene de antiguo, que habita en las mazmorras del perromuertismo y que en el Perú se hizo un estilo hace ya tanto tiempo. Hay una mala administración de lo poco que tenemos y una pésima gestión de alternativas para con la sorda memoria de los de abajo. Esos últimos de la Ley 20530, esos comechados de la privatización y aquellos burócratas de BMW, saben, como decía Noam Chomsky, que viven en un país virtual, que se gasta, viene raído y está deteriorado.
Desde aquí, el último piso del Hotel Golf Los Incas de los Cerros de Camacho al número 500 en Monterrico, Lima ofrece un paisaje a postal sepia de encanto bucólico pero que huele a mierda, tal cual el aserto de Alfredo Bryce Echenique. Sin embargo, Jaime Bayly [1] ha dicho que no cambiaría Lima por ninguna ciudad del mundo. «No sé, aquí me siento dichoso, será por mis huariques o mis points», le juró a Rosi Palacios la otra noche en la tele. Cierto, hay limeños que saben mirar de arriba para abajo. No me refiero a los de La Molina ficha, los de Camacho la bella, ni los de Las Casuarinas fo. Los otros, los de las Laderas de Huaycán, los del gran Manchay o esos de Los Ficus de Puruchuco. Esos que comen tripas de pollo, que bailan con Abencia Meza, que son domésticos de los mayordomos de La Planicie y que la ciudad laboratorio y la urbe ONG jamás les otorgó una visa para el porvenir. Esos son los de la AFP de la rabia y que no ven la hora de bajar y bajarnos.


Tendencia 2. Los del medio

¡Ah los limeños!, los de la clase media tirando para arriba, esos miraflorinos que se saludaban porque se conocían como una sola familia [2]. ¡Ah los de San Isidro!, con su alcalde don Jorge Salmón pegándolos como afiches de tono trance-rasta-hi-hop por calles y puentes. ¡Ah los de Santa Beatriz!, que todavía van a misa los domingos a las 7 de la mañana y comen sus tamalitos y chicharrones libres de pecados. Bueno pues, limeños que saben aquello de los cerros, que añoran su ciudad virreinal y qué buena vaina, viven atacados con el virus de la memoria de las polkitas, el tango y el bolero, como ese viejo periodista de García Márquez que recuerda a los 90 años, melancolizado frente a su núbil Delgadina, que así se templó el acero. Limeños que intuyen que un día sus vecinos bajarán de los cerros para arrasar la ciudad.
Entonces piden rejas, y más guachimanes y más serenos -así maten toreros- y por qué diantres los rojos, o sea, los de la izquierda caviar no les enseñaron a piratear cualquier cosa con ese dedo meñique a tanta chusma, que primero la etiqueta y el buen gusto entre tintos y blancos y luego el Jaguar de Mufarech, manyas; que primero a oír a Luis Miguel al estadio de Gremco [así vendan cien veces más La Herradura y lo quemen al gordo] y luego hablamos de la Jackie Beltrán [3] que cada vez que sale de Santa Mónica se pone como mango. Limeños que gritan, seguridad, seguridad, pero que no imaginan la dimensión del asunto, la complejidad del drama y ven la forma como el fondo y al revés. Ricardo Soberón, abogado de Justicia Viva, comentaba que la PCM y los gobiernos regionales y los locales debían generar un espacio de monitoreo [en el caso de los cocaleros]. Sí, esta bien pero no se trata de la cultura del panóptico. Eso es control y vigilancia. Hay cámaras en el Estadio Nacional, en el Jockey Plaza y hasta en Gamarra. Veamos también las causas de la amenaza.
Lima, cierto, siempre fue ciudad de tránsito y desplazamiento. Españoles, chinos, negros, japoneses, mismos limeños y sus descendientes, creaban subciudades, plataformas, espacios reciclados y de sobrevivencias. Hoy existen hasta seis Limas, con sus centros, el conurbanismo y sus costras de ruindad. Lima siempre estuvo amurallada [4] y vivió imaginando su desgracia más por roñosería que por planificación. A pesar de esos designios, la ciudad sobrevive, tiene permanente nuevo «look» y su sino se desplaza del «fashion» tropicalandino a la religiosidad de iglesia brasilera, del «fast food» a la pollada, de la iconografía: gorda Miss San Cosme al procedimiento: Laura Bozzo. Y cierto, la agenda de los usuarios de información y reflexión la crea Magaly Medina, y Lima y sus cerros sólo hablan de la Tinka y Florcita, del VIH de Álex Otiniano y de la laptop de Almeyda, del inefable rector de la UNI y del chape de Anelhí. Ya, está bien. ¿Y la revocatoria de autoridades? ¿Y el cogollo en el Poder Judicial? ¿Y el concierto de Miguel Harth-Bedoya? Finalmente, ¿qué hacemos con los cerros?


Tendencia 3. Los de abajo.

Tengo una casa en el sector II, Mz. C, Lote 69 s/n del Cerro Huertos de Ventanilla. Soy, así, neolimeño, capitalino última generación. He pasado del BVD al DVD, fui arrasado por el mercachiflismo y ahora por el pirateo. Desde ese cerro arenoso veo Lima distinta a como se observa desde el Hotel Golf Los Incas. He vivido del asistencialismo -una olla de arroz con pollo, una China- y he visto a mis vecinos trajinar puteando en los mítines de Fujimori. Sé, por tanto, de argollas y del rencor por la política.
Pero allá, en las cumbres de la miseria, el Perú no es país, es un Tico al que hay que robarle los espejos, el parachoque y, sobre todo, las llantas. Entonces he vivido con la gente más desesperada del planeta y compartido esa tristeza de Arguedas cuando describió a Chimbote como una ciudad hongo. Ahí se agoniza y todos tienen el título trafa del jirón Azángaro, el cable robado de la línea de Santa Rosa y Ancón. Solo entonces entiendo por qué el sobreviviente de Lima está acostumbrado al crimen y al linchamiento, a la coima y la venganza, a los celos enfermizos y al neosacavueltismo. Mis vecinas me han hecho ojitos, y en mi manzana todos son hinchas del Arsenal inglés.
No es una imagen, es retrato en carne y hueso. Un niño exiguo de talla y porte me observa mientras escribo esta crónica. Dice que se llama Christian. No es mi hijo pero él cree que soy su padre. Me mira con los ojos más enigmáticos ninguna vez imaginados. Yo solo quiero que cuando crezca, Christian no me confunda con un congresista y me ajuste las clavijas. El cerro y su gente están ahí, cierto, son millones, ojalá que no se baje.

lunes, 12 de junio de 2006

mi VERDAD




USTED

Usted fue siempre así,
Tan temperamental,
Usted me ha dicho tantas cosas
Q jamás podré olvidar.

Usted me hizo a mí pensar,
Aunq sea tarde ya lo se,
Le agradezco q haya sido todo lo q fue.

Porq usted me hizo enfrentar
Con lo peor de mí
En mi lado más oscuro me descubrí.

No olvide q la espero,
No espere q la olvide,
Si por usted me muero,
Me muero cuando ríe corazón.

Porq algo en mi cambio,
Porq algo en mi sembró,
Por q usted ha domado
Lo q nadie en mi domó.









SE QUE YA NO VOLVERAS

Hoy me pregunté
por qué el final
de nuestra historia es triste
si lo que senti fue tan real
y nunca lo creiste
y saber de que sirvió lastimarse así
yo sé muy bien
dijiste cosas que sabés
no son verdad
y aunque ya no estas
no olvidaré
tus marcas quedarán
Sé que ya no volverás
sé que muy lejos estás
que buscas otro lugar
sin mirar hacia atrás


Hoy el tiempo es una señal
de una respuesta a todo y si alguna vez

te encontrare si sera bueno verte y
saber si esta canción solo es el Adios

que se llevo lo bueno de este amor.
Sé que ya no volverás
sé que muy lejos estás
y espero que alguna vez
puedas ver que te amé
Hoy me pregunte porque al final nuestra historia es triste

y si alguna vez te encontraré
si será bueno verte
y saber si esta canción solo es el adiós que se llevó
lo bueno de este amor.
Sé que ya no volverás
sé que muy lejos estas
que buscas otro lugar
sin mirar hacia atras
Cuanto me cuesta aceptar
que no pudimos ni hablar
y espero que alguna vez
puedas ver que te amé,
Que te amé...